sábado, 19 de julio de 2014

TAJ MAHAL. LA GRAN LÁGRIMA. AGRA. INDIA


Sí, el que mandó construir el emperador mogol Sha Jahan a mediados del siglo XVII.
Tenemos un día libre entero, al final de la expedición al Stok Kangri, en Delhi. Podemos aprovecharlo y desplazarnos hasta Agra para visitar el famoso monumento; vale, es lo suyo.
Algo así apetece desde que se piensa, ya en el año 2009 se barajara esta posibilidad que quedó en nada por que el tiempo iba demasiado justo y son unas 5 h de viaje por carretera, en la India. Me alegra poder hacerlo pero... será un monumento más lleno de gente y que no aportará nada nuevo. En mi interior siento que será sólo eso, lo prejuzgo sobrevalorado; además estoy seguro, no tengo ninguna duda.
¿Y qué? Pues todos estos prejuicios me dieron de golpe en la cara cuando lo tuve delante.
Cuando me planté delante del Taj Mahal y durante las tres horas que puede llevar una visita normal, un domingo del mes de julio, durante las horas centrales de la mañana... no consigo desprenderme de la sensación de que los sentidos no son suficientes para absorber todo lo que se ofrece: el conjunto, el monumento, la gente, la luz, el río Yamuna, el olor... durante muchos minutos no supe que decir ni que pensar, me limité a estar allí y a intentar hacer malas fotos que nunca, en este caso más que nunca, serán capaces de capturar lo que siente uno ante algo así. Con diferencia es el espacio más armónico y que transmite más paz de los que llevo visto hasta ahora... y suelo fijarme en los espacios más que en otros aspectos...
La impresión se convirtió en curiosidad y ya de regreso busqué información, encontré algo que me llamó mucho la atención en la prestigiosa Lonely Planet Magazine, que resume perfectamente lo que provocó esta visita en mi interior:
"Ríos de tinta se han publicado sobre la magia del Taj Mahal, pero quizás uno de los comentarios más acertados lo formuló el perseguido escritor indio Salman Rushdie, quien durante años se negó a conocer el monumento. Después de su primera visita al mismo, dijo: -El edificio hizo caer mi escepticismo en pedazos. Mostrándose en persona, insistiendo con la fuerza de su autoridad sencillamente canceló al instante millones de imitaciones y llenó con su esplendor, de una vez por todas, el lugar que en mi mente ocupaban las reproducciones. Y ésta es, en definitiva, la razón por la que el Taj Mahal tiene que ser visto; para recordarnos que el mundo es real, que el sonido es más verdadero que el eco, que el original es más potente que su imagen reflejada en el espejo. La belleza de las cosas bellas es aún capaz, en esta época saturada de imágenes, de superar a las imitaciones. Y el Taj Mahal es, mucho más allá del poder de las palabras para describirlo, una cosa adorable, quizá la más adorable de todas las cosas".


Vista del Taj Mahal desde el Fuerte Rojo de Agra, con el río Yamuna al norte

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