No consulto la hoja de
ruta, es una buena costumbre.
Como todos los días la jornada empieza a las
seis de la mañana con un té en la tienda. Creo que estoy un poco impaciente por
enfrentarme al primer paso alto del trekking.
Ascendemos por el valle del
río Sang Sumdo que nace en las alturas de tres fuentes distintas. Esta aridez
extrema tiene algo de cautivadora, a cada paso me parece si entender demasiado, una enorme lección de geología.
La ascensión al paso se hace, después de
abandonar el río, por una cara suave al principio y bastante empinada al final
con interminables quiebros.
Kongmaru La +/- 5200 m. me pegó con toda su
dureza. Justo arriba empiezo a notar sensaciones completamente olvidadas, estoy
bastante desconcertado. Surrealista, parece que hay más gente conmigo; llegan
los caballos que transportan nuestro equipo, nada... estoy
desconcertado.
Decidimos descender a comer bajo el collado, hacia el valle de
Nimaling con la inmejorable vista del Kang Yantze, pico de 6400 m. Frío, sueño, dolor de cabeza,
aturdimiento, falta de apetito, catarro de nariz; casi todo el muestrario de
síntomas del mal leve de montaña.
Superado el trámite de una comida que no
pasará a la historia con un chapati que da vueltas en la boca, pronto se avista
el río Nymaling corriendo tranquilo por el centro del valle. El campo se instala
a su lado, próximo a una enorme morrena lateral del glaricar del Kang Yantze. El mejor
resumen que puede hacerse de este rincón es, fluye la vida: cabras, dzos,
vacas, burros enanos, marmotas... como en los documentales de la tele.
Por lo
demás choco de frente contra un malestar que supero pensando en aquel: -no se
abandone, que repito metalmente cuando vienen mal dadas. Además... estoy acatarrado y sacuden
mi cabeza un montón de pensamientos negativos. Poco a poco hombre, mucha altura
en sólo dos días para acabar durmiendo a 4800 m casi sin previo aviso no permite
una recuperación que te haga sentir bien pronto.
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