Los días de cumbre se sabe como y cuando empiezan pero es muy difícil predecir cómo y cúando acabarán. A las doce en punto despertarse. A las
doce y media desayuno y a la 1 en marcha.
Acabo de
preparar las cosas en la tienda comedor. Muy importante meter té en la botella con funda, mejor si hubiera
sido un termo. Desayuno lo suficiente y me muestro interiormente optimista
porque la noche no está tan mala: no llueve, no
hay aire, no hace demasiado frío y el cielo está parcialmente despejado.
Los
primeros pasos siempre son determinantes, te pones en el camino y empiezas a dar
uno detrás de otro observando cuales son
las reacciones del cuerpo. Aquí
que no es una montaña
demasiado alta, como un campo 2 de cualquiera de las grandes, todo ha de
medirse para no pasarse de revoluciones por querer acabar demasiado pronto, ese puede ser uno de los problemas. El
cuerpo perfecto y el ritmo óptimo, no hay ninguna molestia. Asombrado veo la
montaña en plena noche como si fuese de día, el camino está sin nieve pero alrededor y hacia
arriba empieza a hacerse notar; incluso la ruta presenta algunos neveros que
hay que atravesar con cuidado por la profundidad de la huella. Me pregunto cuánto faltará
para llegar al
glaciar; la respuesta es sobre una hora de marcha lenta pero sin
interrupciones. Justo antes de entrar primera pausa y conclusiones, el tiempo
no será
impedimento para
poder subir pero la visibilidad no será buena por la niebla. La conclusión durante la aproximación del día anterior es buenísima; en esta montaña el único impedimento objetivo para subir es el
exceso de viento que puede hacer la arista extremadamente peligrosa; hoy no se mueve ni una brizna.
De la
gente que salió al menos una hora antes no
hay ni rastro, a veces unas pequeñas luces en el cielo anuncian
por donde andan y sobre todo lo mucho que falta para la cumbre.
El glaciar
se cruza relativamente rápido, no más de media hora, en diagonal
bajo la enorme pared que cierra el circo y en diagonal hacia la pared este del
Kangri de Stok. No hay grietas, sólo una vez se salta el estrecho
y profundo cauce de un canal de fusión.
Sigo bien,
mido los pasos y trato de alejar de la mente la posibilidad de que llegué un mareo de los que no tienen
remedio. Las piernas, la respiración, el cuerpo en general está perfecto, me encuentro fuertísimo.
El glaciar
se acaba y empieza una pared de buena nieve que no supera en principio los 30
grados de inclinación; la marcha se hace más lenta pero sin pausas. Después de unos 20 minutos entre la
salida del glaciar bordeando un cordón morrénico, pero ya en el desnivel de
la pared hacia la arista, nos detenemos para reponer fuerzas. Noto debilidades:
silencio, dudas, ¿falta de ilusión?...llevamos poco más de dos horas de ascenso.
Sin
presionar nada deseó
continuar hacia
arriba. No hace demasiado frío, sigue sin soplar el viento y
después de reiniciada la marcha se ven las primeras luces del día. Hace un buen rato que tengo bastante frío en algunos dedos: guantes y
bastones, la combinación que siempre acaba con el mismo
resultado. Me deshago de los bastones y meto las manos en los bolsillos de la
chaqueta, al rato los dedos entran en calor después de notar bastante dolor en alguno de ellos.
La
pendiente continúa ahora sobre los 45 grados y cada vez
son menos los pasos que se dan para parar a descansar. Este ritmo no hace daño pero así la marcha es demasiado lenta para conseguir alcanzar la cumbre en un tiempo
razonable. El cuerpo está
bien, las piernas
no acusan ni el más mínimo cansancio y no hay rastro del temido mareo que
lleva torturando mi mente desde hace demasiado tiempo.
La luz del días se hace cada vez más intensa. Las cosas empiezan a
verse de otra forma como siempre que se empieza a escalar de noche. No hay ni
rastro de la arista y por encima la inclinada pala de nieve da paso a una
banda de rocas... Empiezo a subir a mi ritmo, no demasiado fuerte pero sí bastante más rápido que hasta ahora. Las
huellas de los crampones en una nieve muy dura me marcan la ruta y en ningún momento necesito usar el GPS.
La pendiente se suaviza al comenzar una larga diagonal por un terreno mixto de
roca y nieve, primero hacia la gran pared que cierra el circo y luego en la dirección de la arista que debe llevar a la cumbre.
No estoy seguro de cuanto falta y tampoco quiero mirarlo.
Un rato más y la nieve desaparece para dar
paso a una banda de roca que veo desde abajo sin poder confirmar si es el
inicio de la famosa arista. Al llegar a la parte superior compruebo que sí, que hacia el otro lado no hay
nada más que un vacío muy grande. Una hilera de banderas de oración ayuda a corroborar
que es un lugar especial.
Espero
durante un buen rato sin saber que hacer, no quiero parar demasiado en este
lugar para que empiece a afectarme la altura, excepto un pequeño
aturdimiento todo esta perfecto, ni el más mínimo problema. Durante toda la subida puedo
ir bebiendo pequeños tragos sin la menor dificultad, tal vez la altura no es demasiado
significativa o tal vez hay buena adaptación a esta altura.
Decido ir
para arriba sin esperar más, en mi cabeza está
la cumbre. Consulto
el GPS y veo que el punto que la señaliza no está
más que a 540 m, me limito a
alegrarme sin pensar que son 540 m de arista bastante comprometida en torno a
los 6000 m de altura. El inicio es un corto filo de nieve helada lo bastante
ancho como para no ser nada significativo, pienso que algo así no puede despertar tanta
inquietud y me preparo para tramos con más dificultad. Se suceden pasos de roca y nieve con tremendos patios a
uno de los lados, la niebla impide ver donde acaban pero es fácil suponer que lo hacen muy
abajo. Llevo el piolet en la mano y voy solucionando el entresijo de pasos que
se plantean, un invierno de mucha nieve compleja es lo que tiene, ahora no
extraño nada y cada paso ya fue dado muchas veces antes. Voy encontrando
huellas claras de crampones en la nieve y arañazos en la roca que me indican
por donde ir. Pasa un rato, un rato más y otro más... No miro hacia arriba, además la niebla me impediría tener una perspectiva
demasiado amplia de lo que falta. Creo que habría transcurrido como una hora cuando empiezo a
preguntarme cuándo se acabará
la arista, dónde estará la cumbre, me niego a mirar el
GPS, siento que ya no puede faltar mucho. Una mancha negra en la blancura de la
nieve indica que todavía queda otro resalte, otra
esquina de la que salir por arriba. En un punto recuerdo haber pensado algo así como: ¡vaya broma!, de pronto hacia la izquierda
nada y hacia la derecha una empinada rampa de nieve helada y un filo delgadísimo por un lado anuncian que sí, que se acabó, que estoy en el punto más alto del Kangri de Stok. El
montón de banderas a la derecha del
precipicio así
lo confirma, ya lo
había visto en las fotos. A falta de
banderas yo llevo demasiadas cosas intangibles que dejar allí.
Es
curioso, sentado en la nieve helada y rodeado por una niebla brillante y espesa
tengo un punto de lucidez que me aproxima a la clarividencia, hubiera preferido
no pensar con tanta claridad; allí
arriba conmigo hay
mucha gente, alguna ni siquiera sé
si se merece estar allí a pesar de que las vistas no son
demasiado buenas, supongo que si aparecen es porque se lo merecen. Tsewang sonríe, supongo que está tan contento como yo. Después de 5 minutos de reflexión, fotos, muchas fotos de
nosotros mismos en el filo fino al lado de las banderas, no hay mucho más que fotografiar; bueno, lo hay
pero no saldrá
en las fotos.
Debemos
bajar antes de que la altura nos pegue con mayor crudeza, media hora allí es más que suficiente debido a la
intensa niebla que impide gozar de las vistas. Nos bajamos, Tsewang grita un
mantra incomprensible: me mira y traduce al inglés, -buena suerte para todos, sonríe y añade, -mucho cuidado en la
bajada, vamos a hacerlo con mucho cuidado. Después de un rato de descenso pienso en lo
complicado que será
para los que vienen
por detrás con todo lo que falta. En
algunos momentos la niebla se va y permite contemplar impresionantes abismos.
Desenfundo rápido la cámara y disparo buscando el aire bajo los
pies, la niebla da poca tregua y el vértigo que produce ver todo ese vacío dura en el mejor de los casos unos cuantos
segundos.
Voy
concentrado en cada paso, ni quiero ni puedo equivocarme. Una fijación; salir cuanto antes y con la
mayor seguridad posible de la arista. Debo abandonarla antes de que la altura
empiece a hacerme sentir un malestar que sé que llegará complicando los pasos. Ningún cruce, ni con los míos ni con nadie, sólo Tsewang, la arista, la niebla y yo. Nos
miramos con desconfianza pidiendo precaución en cada paso...
Rápido, limpio, mucho antes de lo
que pensaba llegamos al filo de nieve que anuncia el final; la roca, las
banderas de oración y fuera, estamos sobre la
banda de rocas que hay sobre la inmensa pala de nieve que conduce al glaciar. Sé que pasó lo peor y me abandono al mínimo esfuerzo, incluso me
concedo una pausa para descansar e intentar comer algo. Ya no me noto tan
sobrado, molestias en el estómago, un ligero zumbido en los oídos y cansancio, ahora cada
cosa, cada paso, cuesta lo doble... comparto un gel energético con Tsewang, sabor Coca Cola con un alto
contenido de cafeína, ya los había probado pero aquí costó un mundo tragarlo.
El
incierto "guía" de una cordada
surrealista me anuncia que se cruzaron hace un rato con Juanjo y con Namgyal que iban hacia abajo después de haber abandonado en el
inicio de la arista; buen esfuerzo y sabia decisión.
Varios
zigzags por la banda de rocas y la enorme pala de nieve que conduce al glaciar
se extiende hacia abajo; no me siento del todo bien porque no soy capaz de
desear con fuerza tener las tablas de esquí para salir pronto de allí. Cada paso me hundo hasta los
tobillos, a veces más, en una nieve tipo pescadería. Sé
que costará salir de allí
y siento una
necesidad enorme de perder altura cuanto antes.
La solución la aporta Tswang receloso de
los que pueda pensar de su técnica, sin saberlo empieza a
ramasear con el piolet bien cogido para controlar la velocidad con el regatón; en una pendiente que en
tramos debe andar entre 40-45 grados de inclinación hay que prestar mucha atención para no acabar con un descenso
descontrolado y peligroso. Se vuelve y sonríe al ver que yo estoy haciendo lo mismo. La
nieve tipo pescadería hace que no se gane demasiada
velocidad y por lo tanto el descenso es más cómo, rápido y seguro que hundirse a
cada paso, como mínimo, hasta los tobillos. Con
varias paradas para colocar bien la ropa e impedir que entre la nieve en
menos de veinte minutos estamos en la pedrera que separa la pared del glaciar.
Más sonrisas, algunos comentarios
sobre la técnica del ramaseo y a atravesar
el glaciar; ahora con la luz del día y la niebla que se fue en la
parte baja se ven claramente las dimensiones de la pared de hielo que cierra el
circo por el noroeste, calculo que tendrá sobre unos 500 m, es tremenda.
Hablamos
poco, acumulamos pasos lentos, con la bondad que caracteriza a la gente de
estas tierras Tswang me dice que pare cuando quiera, conocedor de que me muevo
con lo justo; -una hora y estamos en el campo base, dice.
Con dos paradas más estamos en la rampa de tierra sobre el
campo base, la misma en la que la mañana anterior veía a gente regresando de su
intento al Stok Kangri machacados por sus sueños. Son poco más de las diez; -qué rápido, pienso. Creí
que llevaría más. Con pasos indecisos entro en
el campo base, estoy tranquilo y sólo pienso en comprobar si Manolo
está en la tienda, por qué si no está
¿yo qué hago? No podría hacer nada con el hilo de
fuerza que me queda. Por debajo del avance de la tienda compruebo que sus botas
están allí
y con unos golpes
sobre la lona le anuncio que ya estoy de vuelta.
Unos
cuantos pasos más y estoy sentado en la tienda
comedor esperando por un té... entra Manolo y nos
felicitamos... poco a poco todos van pasando por allí... algunas explicaciones de cómo fue y el cocinero que vuelve
a lucirse con su dominio de la patata, si me hubiera preguntado hubiera pedido
patatas fritas y Coca Cola; había las dos cosas.
El resto
del día pasa lento buscando una
recuperación que no llega hasta mediada la
tarde cuando Manolo me saca de la ensoñación en la que me encuentro dentro del saco. A
partir de aquí
podría haber continuado hacia arriba
de ser una montaña más alta, un campo base alto tiene
recuperaciones más lentas pero aclimataciones más efectivas.
Varias
veces intenté
salirme del cuerpo
pero es difícil convertirse en viajero
aunque sólo sea durante unos segundos;
noto bienestar, estoy contento, pero... sigue faltando el escalón que se rompió definitivamente hace un año. Se
puede vivir así, las dudas quedaron en la
arista de este Kangri de
Stok donde el efecto mariposa, causado por unas manos blancas, pequeñas y temblorosas, dio su último coletazo por agotamiento.
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En la cumbre del Stok Kangri (6.150 m) con Tsewang Gurmat Chomal |