Xosé González |
Tirado da páxina web da súa neta, extraído dunha entrevista que lle fixeron a Xosé González en RNE (Lugo): "O que máis me chama a atención del, é a súa cara delgada, o seu tipo esbelto e uns ollos vivarachos, negros e profundo. Xosé non é alguén coñecido, si non que é unha persoa sinxela... traballadora... (...)"
El
lugar de Sanpaio, en la parroquia de Hospital, es uno de los lugres más
privilegiados de la ya privilegiada comarca de Quiroga. Allí, José González
mata las horas libres trabajando la madera y consiguiendo tallas admirables.
José, que define el arte en genérico como "una cosa que, aunque estés de
mal humor se te pasa todo", matizando que a veces ve cuadros por ahí que
le hacen exclamar "el que los pintó los entenderá", porque a mí no me
dicen nada", es un magnífico exponente de todas esas personas que, con
unas condiciones innatas, han sido, completamente autodidactas para crear sus
obras. El tallista combina los inevitable motivos religiosos con los relieves
de escenas campestres o las esculturas en madera de antiguos personajes de la
comarca. Su única frustración son las caricaturas, que no acaban de salir. Al
menos no tan bien como las tallas su hijo Tino.
José
González descubrió su capacidad para trabajar la madera en Venezuela. Tenía ya
42 años y un día vio una imagen en un escaparate que le pareció lo
suficientemente sencilla como para decidirse a intentarlo. "El trabajo que
tenía me dejaba mucho tiempo libre. De pequeño ya tenía cierta idea, pero no te
enseñaban nada en la escuela y de aquella tampoco te animaba nada a estas
cosas". Ahora mismo, José es capaz de describir con detalle su primera
talla: una tabla que representaba una escena rural con un pastor, dos ovejas,
un árbol y dos pájaros posados en sus ramas.
Éxito de crítica.
Aquel
relieve fue todo un éxito de crítica y acabó en poder de un buen amigo, otro
quirogués emigrado en Venezuela que aún sigue allí y, por supuesto, conserva el
regalo. José recuerda con especial cariño la talla de una virgen que regaló a
una niña por su cumpleaños y que merecieron los parabienes del embajador
mejicano, empeñado en ver el resto de su obra. Todo aquello había sido tallado
con un destornillador afilado.
José se
dedica ahora a cuidar sus viñas y, en los días de lluvia o en los momentos de
ocio, ataca las tablas. Utiliza maderas de todo tipo, aunque reconoce que las
mejores son las de cedro o peral. Su casa es una enorme exposición de tablas,
bustos, figuras y otros objetos tallados, como un cucharón que reproduce una
imagen ecuestre del Quijote y que, como mínimo, es de una notoria originalidad.
A pesar
de no ser, ni mucho menos un artista conocido, José ha presentado algunas exposiciones.
Así, mostró sus trabajos, junto con los de su hijo en la "Feira de Mostras
Val de Lemos", además de en las ferias del vino de Quiroga. "La
verdad es que no se me ocurre llevar las tallas a un sitio importante -dice el
artista con humildad- porque no compiten con el trabajo de los
profesionales".
Un
escudo de Quiroga trabajado por él y adquirido por el ayuntamiento luce en la
flamante casa consistorial. Un particular le encargó también el de Puebla de
Brollón, aunque no sólo le piden trabajos heráldicos. Los motivos religiosos
son también encargos frecuentes, hasta el punto que José tiene varios en
cartera que no ha podido acabar todavía. En cualquier caso, el artista -fumador
empedernido de varios cigarrillos por hora- reconoce que "no se puede
vivir de esto aunque ahora, con mis 75 años, igual podía sacar más de las
tallas que del campo". Precisamente, una de las cosas de las que se siente
más orgulloso es del magnífico pulso que mantiene a su edad y que le permite
precisar los detalles en las tablas con una notable fidelidad.
"Os Maravidís"
Muchas
de las tallas de José González cuentan con una leyenda, también tallada y
destacada por medio de pintura dorada. Una de ellas, la de "Os
Maravidís", tiene su particular historia, igual que los retratos de algún
personaje célebre de la comarca quiroguesa. José se ríe al recordar la historia
de los que fueron sus vecinos. Un matrimonio de aquellos que se unieron para
discutir eternamente. Las penurias de la época les obligaban sin embargo a
hacer vida en la misma habitación, donde estaba la cocina, el comedor y el
camastro. Una de las trifulcas fue tan violenta que llevó al matrimonio a tomar
la decisión de dormir separados. La única solución era colocar una tabla en
medio del camastro. Tres días después del origen del conflicto, el marino no
pudo evitar un estornudo que fue contestado por la esposa con un "Dios te
ayude", rumiado casi entre dientes. La respuesta no satisfizo del todo al
marido, que preguntó: "Lo dices en broma o en serio". "En
serio", contestó ella: "Entonces quitaremos la tabla", finalizó
él.
José
González se troncha de risa al explicar la historia, igual que cuando relata la
de un borrachín de Quiroga, ya fallecido aunque inmortalizado en una talla muy
expresiva, al que su dignidad le llevó a renunciar a un buen matrimonio por no
ir a cuidar las cabras de la familia de su futura mujer.
Tino González |
Lembro a Tino decindo sempre o que pensaba. Os nosos primeiros pasos nas covas foron da súa man, primeiro na Serra do Caurel e logo nunha memorable expedición a Cueva Huertas (Asturias) xunto co seu fillo Pablo. Os espeleólogos/as comen cousas moi raras nos vivacs interiores das covas pero estou seguro que nunca, en ningunha parte do mundo, ninguén comeu nun vivac empanada de acelgas.
Son retallos de recordos personais dun home, esencialmente, bo.
Daquela eu non sabía que tallaba na madeira pero non me sorprendeu que a súa inquedanza o levara a expresarse deste xeito.
Curiosamente, su hijo Tino, nunca mostró ningún interés por tallar la madera hasta que alcanzó los 40 años. como si la familia tuviera los genes artísticos aletargados hasta esa edad, José recuerda que Tino se acercó un día por el taller y, viendo a su padre, se le ocurrió que él también podía hacerlo. No necesitó más que unos apuntes básicos para comenzar a trabajar. Hoy, Tino cuenta con una serie de caricaturas hechas en madera que merecieron los elogios del propio Cela, el cual se llevó la suya bajo el brazo en la edición de la Feria del vino que él mismo pregonó.
Los
trabajos de José González son, sin duda, parte de la memoria de una zona,
algunos de cuyos personajes permanecerán ya inmortalizados. La obra a la que
más cariño tiene José, e un pequeño busto de su padre que el artista efectuó 22
años después de su muerte y de cuya fidelidad él mismo responde.
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