Son los pasos que no dimos o lo hicimos reticentes a emborronar el camino. Un bosque tupido, oscuro; pies dispuestos a descubrir luces, olores, vida, calma... Una página en blanco; cursor parpadeando en la parte superior izquierda, miedo, pereza, palabras en lucha.
Son notas mal escritas en viejos cuadernos desgastados por el tiempo, en servilletas de cientos de cafeterías... tan socorrido como hablar de las cosas que arrojó a la playa la marea durante la noche.
A lo peor era verdad y no sólo palabras o cientos, miles, millones de pasos dados y todavía por dar. ¿Quién puede saberlo?
Huir, juntar letras, componer palabras...
Una fuente de luz demasiado clara al fondo de un túnel verde oscuro pastoso. Si, no, tal vez... Ahora sí, ahora no, ahora tal vez...
Son centímetros, metros, kilómetros de palabras escritas con saliva sobre la piel desnuda, blanca, suave, dulce...
-¡Hasta aquí!. Resuena la advertencia del duende en mi cabeza.
-¿En dónde estás? Pienso.
-En el valle de los lobos. ¿Tú que crees?
-¿Nieva?
-Sí. Nevó y nevará.
-¿Hay huellas? Vuelvo a pensar.
-¡Qué tontería es esa! Clama irritado. -Siempre hay huellas.
-Claro, igual que la saliva en la piel... concluyo.
Vuelve a sonar el arpa de Loreena.
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